Mi riqueza o mi pobreza, mi dicha
o desdicha, mi felicidad o infelicidad, sólo depende y dependerá
siempre de mí mismo, porque me pertenezco, y es mi responsabilidad
decidir o no, hacer o dejar de hacer. Si deseo que me vaya bien, entonces
construiré un camino que me lleve al paraíso y luego transitaré en él”
Muchas personas piensan que el éxito o fracaso, la felicidad o
infelicidad depende del destino que tengamos trazado; como si éste estuviese ya
escrito y se supiera lo que a cada quien le corresponde en la vida.
No hay destino marcado; nosotros mismos somos dueños de nuestro propio
destino. Lo que nos suceda bueno o malo, es de nuestra absoluta
responsabilidad.
Los seres humanos tenemos en nuestras manos la posibilidad de construir
nuestro propio destino y generar los cambios y transformaciones necesarias para
salir del estancamiento donde podamos estar; en vez de continuar
culpando a terceros o a la divinidad de lo que nos ocurra.